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ALQUIMIA CIENTÍFICA por José Alvarez López
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ALQUIMIA CIENTÍFICA por José Alvarez López
ALQUIMIA CIENTÍFICA
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por José Alvarez López
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por José Alvarez López
Un problema que sufren todos los investigadores de la historia y de la arqueología es que, cuando han realizado un descubrimiento que implica un importante cambio de ideas tradicionales, se ven imposibilitados de comunicarlo al público, que inevitablemente seguirá apoyando las ideas anteriores por más que las mismas estén equivocadas.
Por ejemplo, desde hace más de cincuenta años se sabe en egiptología que los Faraones no representaban al Sol, sino a Sirio (Sothis). El cual era representado por las gemelas divinas Isis y Neftis cuando el faraón declaraba “Yo soy las dos señoras”. El único faraón en toda la historia egipcia que representó al Sol fue Akhenatón. Sin embargo, a despecho de toda información, los públicos cultos del mundo seguirán creyendo que los faraones eran representación antropomórfica del Sol.
Ejemplos como éstos sobre la rutina incorregible pueden ser citados por cientos en todas las ramas de la cultura, y el caso de la Alquimia no es más que uno más en la multitud de información distorsionada que alimenta la cultura del mundo.
En efecto, con cualquier persona con la que iniciemos un diálogo sobre Alquimia, pronto advertiremos la impresión de nuestro interlocutor de que nos estamos refiriendo a los impostores ignorantes que durante siglos protagonizaron multitud de empresas obscuras bajo el rótulo de “Alquimia”.
Cómo se inició y desarrolló el desprestigio universal de esta actividad, que aún hoy permanece en pie, es difícil de colegir pero en ello tuvieron mucho que ver los primeros químicos que comenzaron a cambiar los esquemas de los alquimistas para dar paso a los innovadores planteamientos de la química moderna.
Sin embargo, una vez asentada la química sobre sólidas bases científicas, muchos historiadores de la química comenzaron, poco a poco, a revalorizar la tarea de los alquimistas. Después vinieron los primeros historiadores de la alquimia y hoy en día podríamos citar más de cincuenta autores que han sometido a un análisis objetivo y desprejuiciado la historia y los contenidos de la alquimia, arribando a la unánime conclusión de que los alquimistas eran hombres capaces, honestos, que desarrollaban un arte secreto con un completo conocimiento de lo que hacían.
La mayor parte de los historiadores de la Alquimia son excelentes químicos, pues es lógico que un amplio conocimiento de la química sea la única forma de no ser confundido por los obscuros símbolos del código secreto de los alquimistas.
Este “secreto” de los alquimistas, que quedó desde hace milenios en la palabra “hermético”, que alude a algo cerrado, a lo que llamamos “un recipiente estanco”, fue otra causa de desprestigio para el comportamiento de los alquimistas. En una época en que la ciencia debía ser para todos, se veía con malos ojos una ciencia que era solamente para unos pocos privilegiados. En esto también ha habido un profundo cambio y si hoy existe algo hermético en la cultura humana es, precisamente la Física Atómica, que por el momento no tiene ninguna relación ni con “Hermes” —de donde viene la palabra hermético— ni con la alquimia, y, sin embargo, existen importantes organismos internacionales dedicados a guardas el “hermetismo” de esta ciencia moderna.
Comprendemos ahora claramente que cuando se manejan importantes fuerzas de la Naturaleza el mantenerlas en secreto es un ineludible deber de prudencia, por los peligros que la difusión de todo poder puede deparar.
Existe en este momento una excelente literatura alquímica entre cuyos cultores podemos mencionar al autor argentino Josué Gollán, cuya obra “La Alquimia” (Santa Fe, 1956) es absolutamente recomendable. Asimismo podemos recomendar el excelente estudio de Titus Burckhardt y el no menos importante de Serge Hutin.
Tenemos en este momento un cierto conocimiento de las actividades de los alquimistas de la antigüedad griega, china, árabe y medioeval, que llama la atención por la homogeneidad y coincidencia de todos ellos, que muestra la existencia de conexiones cuya naturaleza desconocemos, pero que seguramente existieron. Estas conexiones quedan evidenciadas porque emplean el mismo lenguaje, los mismos símbolos, desarrollan las mismas teorías, realizan las mismas operaciones y mantienen la misma obscuridad.
A muchos alquimistas ha molestado tanto secreto, pues dificultaba su propio conocimiento del “Arte”, así, por ejemplo, Olimpiodoros (un alquimista griego) se quejaba de la obscuridad de los escritos de Zósimo el Panopolitano, lo cual no impidió a Olimpiodoros, acota Aldo Mieli, ser aún más obscuro que su antecesor.
En cuanto a los objetivos de la alquimia, muchos autores modernos coinciden con C.G. Jung y piensan que ésta era un modo de desarrollo espiritual que utilizaba recursos químicos. El objetivo sería, para estos autores, la adquisición de la “Conciencia Cósmica”, la cual se desarrollaba en el alquimista durante el curso de determinadas operaciones químicas. La “transmutación” del plomo en oro era, según esta hipótesis, el símbolo de la transmutación del hombre con conciencia instintiva en el hombre con conciencia cósmica. Esta es una tesis que comparten hoy numerosos autores y corresponde, en efecto, a uno de los objetivos de la alquimia.
La otra tesis apunta crudamente a la “transmutación” del mercurio en oro por vía de operaciones químicas apoyadas por situaciones mentales que producirían la transmutación. Más adelante vamos a describir experimentos químicos efectuados en el Grupo GEA que plantean la posibilidad de transmutaciones atómicas producidas por la actuación de poderes psíquicos.
La tercera tesis sobre los objetivos de los alquimistas se refiere al “Elixir”, o sea, a la producción de una substancia que aseguraría la salud y una larga vida para los alquimistas. En este sentido hay también una amplia bibliografía que toma en cuenta antecedentes griegos y chinos de trabajos alquímicos dirigidos a esa finalidad. Y recientemente tenemos importantes estudios y escritos del gran físico Erwin Schrödinger (Premio Nobel), conocido por la fórmula ondulatoria que lleva su nombre, quien dedicó la última parte de su vida al frente del Instituto de Estudios Avanzados de Dublín, al estudio de las obras de los alquimistas griegos que como es sabido, eran presididos por Demócrito —el creador de la moderna teoría atómica— quien a su vez fue el enunciador de los planteamientos epistemológicos que todos los científicos modernos consideran como la filosofía fundamental de la ciencia... el llamado “planteamiento democritiano” condensado en la afirmación “Todo lo que existe es fruto del azar y la necesidad”.
Los trabajos de Schrödinger en este sentido se encuentran en dos libros titulados “Qué es la Vida” y “La Naturaleza y los Griegos”. En este último el gran físico afirma... “Todos los principios de los atomista griegos están incorporados a la física moderna”. Esta es una verdad perfectamente demostrable, según veremos más adelante.
Los campos abarcados por la alquimia fueron muy amplios y sería un error tratar de interpretarlos encasillándolos en las teorías y conceptos que en este momento aceptamos los hombres modernos.
Debemos ser muy prudentes al aplicar nuestros conocimientos actuales a ciencias milenarias, por cuanto nuestros conocimientos científicos han sido hasta ahora variables y transitorios y no podemos pretender que precisamente ahora —en la modalidad actual de estos conocimientos— se haya logrado la Verdad Definitiva, como pretendieron los críticos de la alquimia del pasado siglo XIX, rebasados por el conocimiento científico que en todos los casos en disputa demostró a la larga quem los alquimistas siempre tuvieron razón.
Jacques Bergier enunció la posibilidad de que se pudiera fabricar una bomba atómica alquímica. Siempre dudé de la posibilidad, que Bergier planteaba, de la construcción de una bomba atómica en un horno de cocina. Pero últimamente he llegado a pensar que existe una línea atómica basada en la acción del psiquismo, que permitiría la realización de modificaciones en la estructura atómica por vía psíquica. En este sentido debemos recordar el llamado “Experimento Uranur”, que Wilhelm Reich efectuó combinando condensadores de energía psíquica con substancias radiactivas y que produjo una verdadera catástrofe que ha obligado a no realizar este tipo de experimentos.
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Por ejemplo, desde hace más de cincuenta años se sabe en egiptología que los Faraones no representaban al Sol, sino a Sirio (Sothis). El cual era representado por las gemelas divinas Isis y Neftis cuando el faraón declaraba “Yo soy las dos señoras”. El único faraón en toda la historia egipcia que representó al Sol fue Akhenatón. Sin embargo, a despecho de toda información, los públicos cultos del mundo seguirán creyendo que los faraones eran representación antropomórfica del Sol.
Ejemplos como éstos sobre la rutina incorregible pueden ser citados por cientos en todas las ramas de la cultura, y el caso de la Alquimia no es más que uno más en la multitud de información distorsionada que alimenta la cultura del mundo.
En efecto, con cualquier persona con la que iniciemos un diálogo sobre Alquimia, pronto advertiremos la impresión de nuestro interlocutor de que nos estamos refiriendo a los impostores ignorantes que durante siglos protagonizaron multitud de empresas obscuras bajo el rótulo de “Alquimia”.
Cómo se inició y desarrolló el desprestigio universal de esta actividad, que aún hoy permanece en pie, es difícil de colegir pero en ello tuvieron mucho que ver los primeros químicos que comenzaron a cambiar los esquemas de los alquimistas para dar paso a los innovadores planteamientos de la química moderna.
Sin embargo, una vez asentada la química sobre sólidas bases científicas, muchos historiadores de la química comenzaron, poco a poco, a revalorizar la tarea de los alquimistas. Después vinieron los primeros historiadores de la alquimia y hoy en día podríamos citar más de cincuenta autores que han sometido a un análisis objetivo y desprejuiciado la historia y los contenidos de la alquimia, arribando a la unánime conclusión de que los alquimistas eran hombres capaces, honestos, que desarrollaban un arte secreto con un completo conocimiento de lo que hacían.
La mayor parte de los historiadores de la Alquimia son excelentes químicos, pues es lógico que un amplio conocimiento de la química sea la única forma de no ser confundido por los obscuros símbolos del código secreto de los alquimistas.
Este “secreto” de los alquimistas, que quedó desde hace milenios en la palabra “hermético”, que alude a algo cerrado, a lo que llamamos “un recipiente estanco”, fue otra causa de desprestigio para el comportamiento de los alquimistas. En una época en que la ciencia debía ser para todos, se veía con malos ojos una ciencia que era solamente para unos pocos privilegiados. En esto también ha habido un profundo cambio y si hoy existe algo hermético en la cultura humana es, precisamente la Física Atómica, que por el momento no tiene ninguna relación ni con “Hermes” —de donde viene la palabra hermético— ni con la alquimia, y, sin embargo, existen importantes organismos internacionales dedicados a guardas el “hermetismo” de esta ciencia moderna.
Comprendemos ahora claramente que cuando se manejan importantes fuerzas de la Naturaleza el mantenerlas en secreto es un ineludible deber de prudencia, por los peligros que la difusión de todo poder puede deparar.
Existe en este momento una excelente literatura alquímica entre cuyos cultores podemos mencionar al autor argentino Josué Gollán, cuya obra “La Alquimia” (Santa Fe, 1956) es absolutamente recomendable. Asimismo podemos recomendar el excelente estudio de Titus Burckhardt y el no menos importante de Serge Hutin.
Tenemos en este momento un cierto conocimiento de las actividades de los alquimistas de la antigüedad griega, china, árabe y medioeval, que llama la atención por la homogeneidad y coincidencia de todos ellos, que muestra la existencia de conexiones cuya naturaleza desconocemos, pero que seguramente existieron. Estas conexiones quedan evidenciadas porque emplean el mismo lenguaje, los mismos símbolos, desarrollan las mismas teorías, realizan las mismas operaciones y mantienen la misma obscuridad.
A muchos alquimistas ha molestado tanto secreto, pues dificultaba su propio conocimiento del “Arte”, así, por ejemplo, Olimpiodoros (un alquimista griego) se quejaba de la obscuridad de los escritos de Zósimo el Panopolitano, lo cual no impidió a Olimpiodoros, acota Aldo Mieli, ser aún más obscuro que su antecesor.
En cuanto a los objetivos de la alquimia, muchos autores modernos coinciden con C.G. Jung y piensan que ésta era un modo de desarrollo espiritual que utilizaba recursos químicos. El objetivo sería, para estos autores, la adquisición de la “Conciencia Cósmica”, la cual se desarrollaba en el alquimista durante el curso de determinadas operaciones químicas. La “transmutación” del plomo en oro era, según esta hipótesis, el símbolo de la transmutación del hombre con conciencia instintiva en el hombre con conciencia cósmica. Esta es una tesis que comparten hoy numerosos autores y corresponde, en efecto, a uno de los objetivos de la alquimia.
La otra tesis apunta crudamente a la “transmutación” del mercurio en oro por vía de operaciones químicas apoyadas por situaciones mentales que producirían la transmutación. Más adelante vamos a describir experimentos químicos efectuados en el Grupo GEA que plantean la posibilidad de transmutaciones atómicas producidas por la actuación de poderes psíquicos.
La tercera tesis sobre los objetivos de los alquimistas se refiere al “Elixir”, o sea, a la producción de una substancia que aseguraría la salud y una larga vida para los alquimistas. En este sentido hay también una amplia bibliografía que toma en cuenta antecedentes griegos y chinos de trabajos alquímicos dirigidos a esa finalidad. Y recientemente tenemos importantes estudios y escritos del gran físico Erwin Schrödinger (Premio Nobel), conocido por la fórmula ondulatoria que lleva su nombre, quien dedicó la última parte de su vida al frente del Instituto de Estudios Avanzados de Dublín, al estudio de las obras de los alquimistas griegos que como es sabido, eran presididos por Demócrito —el creador de la moderna teoría atómica— quien a su vez fue el enunciador de los planteamientos epistemológicos que todos los científicos modernos consideran como la filosofía fundamental de la ciencia... el llamado “planteamiento democritiano” condensado en la afirmación “Todo lo que existe es fruto del azar y la necesidad”.
Los trabajos de Schrödinger en este sentido se encuentran en dos libros titulados “Qué es la Vida” y “La Naturaleza y los Griegos”. En este último el gran físico afirma... “Todos los principios de los atomista griegos están incorporados a la física moderna”. Esta es una verdad perfectamente demostrable, según veremos más adelante.
Los campos abarcados por la alquimia fueron muy amplios y sería un error tratar de interpretarlos encasillándolos en las teorías y conceptos que en este momento aceptamos los hombres modernos.
Debemos ser muy prudentes al aplicar nuestros conocimientos actuales a ciencias milenarias, por cuanto nuestros conocimientos científicos han sido hasta ahora variables y transitorios y no podemos pretender que precisamente ahora —en la modalidad actual de estos conocimientos— se haya logrado la Verdad Definitiva, como pretendieron los críticos de la alquimia del pasado siglo XIX, rebasados por el conocimiento científico que en todos los casos en disputa demostró a la larga quem los alquimistas siempre tuvieron razón.
Jacques Bergier enunció la posibilidad de que se pudiera fabricar una bomba atómica alquímica. Siempre dudé de la posibilidad, que Bergier planteaba, de la construcción de una bomba atómica en un horno de cocina. Pero últimamente he llegado a pensar que existe una línea atómica basada en la acción del psiquismo, que permitiría la realización de modificaciones en la estructura atómica por vía psíquica. En este sentido debemos recordar el llamado “Experimento Uranur”, que Wilhelm Reich efectuó combinando condensadores de energía psíquica con substancias radiactivas y que produjo una verdadera catástrofe que ha obligado a no realizar este tipo de experimentos.
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Alejandra Correas Vázquez- Cantidad de envíos : 45
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