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Brutalidad policíal en Nueva York por los excrementos de un perro

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Brutalidad policíal en Nueva York por los excrementos de un perro  Empty Brutalidad policíal en Nueva York por los excrementos de un perro

Mensaje por david_kether 10/12/2010, 22:14

La policía de Nueva York la obligó a recoger los detritos de un animal que no era el suyo

¿Hay algo más peligroso que ser de Al Qaida en Nueva York? Sí, tener perro y sacarlo a pasear por Rockaway Beach, en Queens. Es lo que hacía Anna Stanczyk, una inmigrante polaca de 49 años el pasado 26 de noviembre, al día siguiente de la fiesta de Acción de Gracias, lo que en Estados Unidos se conoce como Black Friday. Aunque para negro, el ojo de Anna Stanczyk tras su violento altercado con la policía.

Brutalidad policíal en Nueva York por los excrementos de un perro  Perro2--478x460

Todo empezó cuando la mujer paseaba a Psotka, su perrita terrier de dieciocho meses. Psotka se agachó para orinar. Unos policías –identificados por el Daily News como Shaun Grossweiler y Richard DeMartino, del precinto (comisaría) número 100 de Nueva York- la vieron y pensaron que la cosa había pasado a mayores. Como destacaría después un vecino de la zona muy versado en estos menesteres: “las perritas no levantan la pata para orinar como hacen los perritos, con lo cual alguien que las vea y que no sepa que son perritas, puede pensar que están haciendo otra cosa”.
Confiados en sus instintos de Sherlock Holmes, los agentes Grossweiler y DeMartino instaron a Anna Stanczyk a recoger unos excrementos caninos que decoraban la calle cerca de donde había orinado Psotka, pero que no eran de ella. Así lo reivindicó su dueña. Los policías creyeron que mentía y la conminaron enérgicamente a retirar aquello de la vía pública. Stanczyk así lo hizo, intimidada. Pero no tanto como para privarse de insistir en que la caquita estaba fría, ergo, no era de ella. Eppur si muove.
Inciso: Anna Stanczyk es una enfermera en paro desde 2008, en parte por la crisis, y en parte porque la despidieron tras tener una bronca en el trabajo. No es lo que se dice una mujer de carácter fácil. ¿Es posible incluso que tenga un carácter de mil diablos? Algo debe haber en un país en que gritarle a un policía es un asunto muy, muy serio. No digamos oponer resistencia a que te esposen o a que te metan en un coche.
El punto más oscuro de la narración de Stanczyk es cómo aquel desagradable coloquio degeneró en batalla campal. Ella admite que tras avenirse a recoger los excrementos ajenos se sintió humillada y protestó. Los otros la acusan de aullar y de perturbar la paz pública. El caso es que no se les ocurrió nada mejor que sacar las esposas y tratar de llevársela detenida. A lo cual ella se resistió con todas sus fuerzas, no ya por tener mejor o peor carácter, sino por el pánico que de repente le entró al ver que su perra quedaba dejada de la mano de Dios en medio de la calle. Ahí le salió el verdadero genio, hasta que se llegó a un arreglo para dejar a Psotka a cargo de un vecino mientras su dueña solventaba sus problemas con la ley.
Para entonces la cara y el cuerpo de Anna Stanczyk ya eran un poema de hematomas. La habían apaleado como si el perro incontinente fuera ella. La policía tuvo que llevarla directamente al hospital para ser atendida y ahora está por ver qué es lo que pasa. La mujer está decidida a pleitear contra los agentes y ha aireado su caso en la prensa con espeluznantes fotos de los rastros de la paliza.
Que la policía metió la pata con la perra y se le fue la mano con la dueña parece fuera de toda duda, y lo único que queda por dilucidar es si Anna Stanczyk hizo algo en algún momento que justificara un empleo tan aparentemente desproporcionado de la fuerza. No sería la primera vez que la policía de Nueva York se cubre de gloria en un caso de brutalidad. Ha habido agentes condenados por sodomizar a un detenido con el mango de una escoba –y por romperle luego los dientes con la parte del mango embadurnada de sus propias heces- y los ha habido acusados de hacer lo propio con una porra, aunque estos últimos fueron absueltos. El departamento presume de haber endurecido la persecución interna de este tipo de abusos. Pero casos como el de Anna Stanczyk no ayudan a inspirar tranquilidad.

Fuente.
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