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Sobre la desobiediencia civil

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Sobre la desobiediencia civil Empty Sobre la desobiediencia civil

Mensaje por Invitado 23/2/2010, 03:09

A veces las personas tenemos la sensación de que la vida nos lleva a su antojo y que nosotros poco poder de decisión tenemos. Tenemos demasiado interiorizado un discurso de hace siglos por el que han transitado tarde o temprano grandes pensadores. El discurso sobre el libre albedrío y la necesidad. No entraré ahora en él, pero ahí queda para la reflexión como parte de este artículo. Nuestra sociedad nos ha llevado a no oponer resistencia a todo aquello que termina por aniquilar el poder de decisión y nuestra propia libertad. Hasta que un día, en el mejor de los casos, uno cae en la cuenta de que son demasiadas las veces que vende su vida al mejor postor pensando que eso dará una seguridad casi inquebrantable a su existencia. Es la sociedad de la carencia emocional y el miedo. Huelga decir que ya empieza a imponerse la realidad, muchos se han dado cuenta del craso error cometido durante demasiado tiempo.

Se nos habla de las obligaciones, pero de unas obligaciones siempre hacia fuera, hacia el exterior y muy a menudo para con el sistema imperante en la sociedad, que es el mismo que a fuerza de engaño y atontamiento ha conseguido una sociedad de sonámbulos. Pero pocos hablan de una obligación para con uno mismo a la vez que para con sus compañeros de viaje… es un deber, un imperativo moral en determinadas circunstancias… y el título de un libro que seguro que muchos conoceréis… El deber de la desobediencia civil.

Si, un deber, un deber con nosotros, con los demás, con la vida. Un deber moral; el de desobedecer a fin de conseguir una realidad más digna para todos y cada uno de nosotros. No se confunda desobedecer con sangre, revolución armada, violencia, etc.

No se trata de desobedecer sin criterio, sino a conciencia y premeditadamente. Todo meditado, rumiado y sentido. Esa desobediencia es un deber hacia nosotros y nuestros semejantes, esa desobediencia forma parte de nuestra salvación. Se trata de no caer en el discurso oficial, de no inventarnos como una mentira, sino de crecer.

Esa desobediencia nace de la necesidad profunda de cambiar nuestro entorno y hacerlo más justo, y se hace desde una actitud pacífica pero claramente asertiva, directa y firme. Desde el individuo, pero también desde el colectivo. Sin medias tintas ni ambages. Con seguridad, con la seguridad de aquél que ya no espera nada de la autoridad y busca nuevas formas de vida, con la seguridad de aquél que se gana el terreno de su propia libertad, lo recupero, lo creo de nuevo, de aquel que trabaja a fin de conseguir conquistar el respeto y la libertad perdidos. No vale solo existir. Paradójicamente este deber es a la vez un derecho inalienable de todos y cada uno de los individuos de este mundo. Si un deber implica un derecho, en este caso es el derecho de cumplir con este deber. Pero ya se encarga la autoridad de amputar ese derecho, enterrarlo, esconderlo, alejarlo de las mentes de los ciudadanos de cualquier estado paternalista e intervencionista, porque en ese deber reside una gran fuerza y el estado lo sabe.

Precisamente porque uno se siente seguro de su actitud y de su capacidad de acción, no necesita el uso de la violencia. La violencia como arma arrojadiza, no es otra cosa que la debilidad del ser humano ante determinadas realidades y solo engendra más violencia.
Para enfrentar, no es necesario golpear.

La desobediencia civil es una de los actos más significativamente radicales y creativos dentro de las normas, las estructuras y los andamiajes del estado. Es ese espacio creativo el que temen aquellos que manejan los hilos, porque allí aparecen los locos arquetípicos, los magos, los sabios, y al entrar en ese espacio, al ejercer esa libertad pacífica desaparece el esclavo que llevamos dentro. Allí es donde aflora la fortaleza de los individuos y en ese fortalecimiento se reconocen los unos a los otros en su ánimo de cambiar las cosas aunque ello no sea fácil.

No es paradójico el deber de la desobediencia civil. Es el deber moral de desobedecer a la autoridad cuando esta nos anula como personas, como sujetos. Un deber con cada uno de nosotros y un deber con nuestros compañeros de viaje.

Al llevar a cabo este acto de libertad no solo estamos desafiando las fronteras conocidas del estado, las visibles, las reconocibles, las conceptuales, no solo desafiamos una estructura física basada en instituciones y no solo desafiamos un discurso. Desafiamos nuestras propias limitaciones a fin de trascenderlas y allí radica la fuerza del individuo.

Dentro del estado siempre hay grietas a través de las cuales se cuelan la libertad, la felicidad, la creatividad. ¿Porque el intento reiterado de los estados de aniquilar cualquier iniciativa pacífica que se sale del guión? Porque es allí donde se muestran las grietas del estado, es allí donde radica su debilidad y donde nace la fuerza de los individuos, allí es donde se reconocen.

La autoridad ha tratado de trasladar las fronteras físicas a nuestras mentes. Solo con una represión e intervención extrema pero taimadamente disimulada, consigue aniquilar la capacidad de acción de los individuos y su autoestima, y con eso juega la autoridad. Sin embargo un día nos topamos con una grieta a través de la cual asoma un paisaje totalmente distinto, un paisaje diáfano en el que nos vemos reflejados y la imagen que nos devuelve es la de un individuo capaz de actuar sin muletas, sin miedo a la libertad.

Ese espacio en el que las fronteras impuestas se diluyen está dentro de nosotros y de allí nace la fuerza que nos impele a la acción. De nosotros depende que esas fronteras caigan y nos permitan caminar más allá de sus escombros.

Carolina T. Godina en http://www.crisiseconomica2010.com/Inicio/tabid/36/articleType/ArticleView/articleId/370/Sobre-la-desobiediencia-civil.aspx

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