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Si simplemente nos sentamos a esperar, será un desastre total
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Si simplemente nos sentamos a esperar, será un desastre total
http://ecosistemaurbano.org/castellano/si-simplemente-nos-sentamos-a-esperar-sera-un-desastre-total/?utm_source=rss&utm_medium=rss&utm_campaign=rss
Entrevista a Elinor Ostrom. Premio Nobel de economía 2009
Elinor Ostrom, es la primera mujer en recibir el Nóbel de economía;
catedrática de Ciencias Políticas en la Universidad de Indiana es una
científica formada en la interdisciplinariedad y una mujer apasionada
por la investigación. Cuarenta años de estudio en la gestión de los
bienes comunes y en la evolución de las instituciones le han permitido
concluir, desafiando la creencia convencional, que, a través de la
cooperación y de la autorregulación, una sociedad puede hacer crecer su
patrimonio común con mejores resultados que por la vía de la
privatización o de una creciente intervención estatal. En estos momentos
de crisis global, el “Premio Nóbel a la ciencia de la cooperación”
podría convertirse en un revulsivo para el viejo, dominante y decadente
paradigma económico actual, basado en la competencia feroz, que no ha
sabido tratar los recursos del planeta Tierra que nos sustenta, como lo
que realmente son: los bienes comunales de una humanidad presente y de
una humanidad futura que siempre se olvida en su cuenta de resultados.
Usted es la primera mujer que recibe el Premio Nóbel de
Economía. Tradicionalmente esta ciencia se ha centrado en la
competencia. ¿Es una coincidencia que, siendo mujer, haya centrado usted
su teoría en la cooperación más que en la competencia dentro de un
campo que ha estado dominado por los hombres?
No creo que sea cuestión de género, no creo que tenga importancia.
Hay estudiosos que trabajan sobre este mismo tema y son hombres. Hay
investigadores de relieve en Suiza, podría citar también a Sam Bowles de
Santa Fe Institute. De mi propia cátedra puedo nombrar a Jimmy Walker y
Roy Gardner. Todos estos hombres también han estado intentando
comprender cuándo la gente trabaja para cooperar y cómo se configura el
marco de los límites donde los incentivos invitan a no cooperar, lo que
constituye una cuestión teórica muy importante.
Es posible que, como mujer, haya sido más consciente para ver las
distintas formas de cooperación en el campo de trabajo, pero considero
que el tema no es exclusivo del sexo femenino.
Otra cuestión también relacionada con su visión, con su
forma de trabajar: su carácter interdisciplinario. ¿Cree que esto es
importante? ¿Por qué la ciencia económica no se abre a este nuevo
paradigma?
La mayoría de las disciplinas dentro de las ciencias sociales están muy
relacionadas entre sí. Y esto no sólo ocurre con las ciencias
económicas. Sucede lo mismo con las ciencias políticas, que están muy
centradas en cuestiones internas.
Yo tuve la ocasión de recibir una formación interdisciplinaria muy
amplia cuando cursaba mis estudios universitarios. Mi marido y yo
creamos un centro de investigación en los setenta —Taller de Teoría
Política y Análisis de Políticas en la Universidad de Indiana— con un
enfoque interdisciplinario muy fuerte en economía, ciencias políticas,
antropología, derecho, sociología y otros campos. Creo que todos tenemos
que abrirnos a un enfoque más amplio, interdisciplinario, de los
problemas sociales.
Para la gente es muy complicado entender la teoría económica,
especialmente, la macroeconomía, que parece estar muy alejada de sus
preocupaciones diarias. ¿Cómo explicaría usted a esa gente de qué trata
su teoría de los bienes comunes?
Mi teoría trata sobre cómo la gente que se encuentra con un problema
común trata de resolverlo con éxito y algunas veces consigue
autoorganizarse lo bastante como para mantener un sistema hídrico, un
bosque, un barrio, un sistema de sanidad, etc. Le pondré un ejemplo, El
Tribunal de las Aguas, una institución creada en la Edad Media por una
comunidad de regantes en el Levante español y que sigue manteniendo hoy
su arbitraje en los conflictos por el uso del agua, ha demostrado ser
eficaz y robusta, mientras que instituciones para el riego creadas por
los gobiernos generan muchos conflictos y en ocasiones no funcionan en
absoluto.
Hemos estudiado varios cientos de sistemas de irrigación en el Nepal. Y
sabemos que los sistemas de irrigación gestionados por los campesinos
son más eficaces en cuanto al aprovisionamiento de agua a todos los
rincones y presentan una mayor productividad y unos costes menores que
los fabulosos sistemas de irrigación construidos con la ayuda del Banco
Asiático para el Desarrollo, del Banco Mundial, de la Agencia
Norteamericana para la Ayuda al Desarrollo, etc. Así, sabemos que muchos
grupos locales son muy eficaces. Pero esto no es universal, de modo
que no podemos ser tan ingenuos como para pensar: «Oh, fíjate,
limitémonos a entregar las cosas a la gente, que ellos ya se
organizarán». Existen muchos escenarios que desestimulan la
autoorganización.
Entonces, parece que, desde su punto de vista, en este tipo
de gestiones obtienen éxito las asociaciones con organización
horizontal. Normalmente lo que vemos en empresas, en la política, en
todo tipo de ámbitos de nuestro mundo actual es que la organización es
mucho más vertical. ¿Sugiere usted que la organización horizontal es la
clave para organizar los bienes comunes?
Desde una perspectiva policéntrica, en cada escala la estructura tiene
que ser horizontal, pero luego es posible que se requiera una anidación
en más unidades y en unidades más grandes. De esta manera, las unidades
que posiblemente resulten exitosas son complejas y multiescalonadas.
Probablemente en países menos desarrollados en los que los gobiernos y
la propiedad privada no son tan fuertes la gestión de los bienes
comunes es más fácil. Sin embargo, en países como los nuestros, donde la
política y el marketing lo controlan todo, resulta imposible encontrar
las condiciones particulares que permitan que la gente se gobierne a
sí misma. ¿Qué se puede hacer?
Bueno, en Estados Unidos hay unas dos mil comunidades intencionales*
esparcidas por todo el país que se auto-organizan, que muestran una
diversidad de formas organizativas. Hemos estado estudiando grupos por
ejemplo en Estados Unidos que se han formado alrededor de un bosque,
porque viven en los alrededores de un bosque. Y si usted va a Wisconsin
ahí encontrará un gran número de asociaciones de lagos. Si usted mira
lo que pasó en Nueva Orleáns después del Katrina, también encontrará
organizaciones de vecinos e iglesias locales que fueron capaces de
conseguir que la gente volviera de nuevo a la zona, organizándolos a
todos, consiguiendo que aquello volviera a tomar forma, que empezaran a
recuperarse. Los recursos manejados por los sistemas que hemos
estudiado son muy diversos, pues van desde sistemas de irrigación hasta
pesquerías de aguas interiores, o hasta tierras de pastoreo en montañas
y bosques.
*(Conjunto de personas que, a partir de una cierta afinidad en sus objetivos, se asocian para el apoyo mutuo.)
Pero si organizaciones de este tipo entran en conflicto con
las reglas impuestas por el gobierno, ¿qué sucederá? ¿Cómo se pueden
resolver estos conflictos?
Obviamente, depende del tipo del conflicto. El gobierno de la nación a
menudo tiene la capacidad de invadir las competencias que se tienen a
escala local o regional, pero es necesario entender la importancia de
las organizaciones a escala de un bosque. Es especialmente importante
para el mantenimiento del sistema democrático, porque si todo lo que
tenemos en nuestro sistema democrático es votar a nuestros dirigentes
nacionales, estamos perdiendo unos aspectos muy importantes de nuestra
democracia.
Permítame que le ponga un ejemplo de aquí. En España existen
zonas que han sido gestionadas de forma tradicional durante siglos y
siempre fueron ricas en biodiversidad. Las comunidades las utilizaban
para cazar, como campos de cultivo, pastos e, incluso, quedaba espacio
para los depredadores. A pesar de todo, hace 150 años estas áreas tenían
mucha riqueza en términos de biodiversidad. Actualmente estos
territorios están protegidos como parques nacionales en los que todas
las actividades están estrictamente reguladas. Las comunidades rurales
están a punto de destruirse, ya que la gente se va a vivir a las
ciudades. Se podría pensar que estos ecosistemas protegidos y liberados
de la presión prosperarían, pero claramente la biodiversidad está
sufriendo. ¿Qué estamos haciendo mal?
No estoy interesada en el tratamiento de unidades de una escala muy grande sin gente local.
Perdone que insista, en estos territorios es muy difícil que
los usos tradicionales prosperen a causa de su estricta reglamentación.
¿Usted propone que quizá los gobiernos se tengan que abrir más y tratar
de ver estos casos particulares en cada una de las diferentes áreas?
Sí. El problema aquí está en que cuando se destruye lo local, es muy
difícil reconstruirlo. A la gente le costó mucho tiempo llegar a
entender la confianza, la reciprocidad, etc. Llegamos, lo destruimos y
luego diez, quince o veinte años más tarde intentamos devolvérselo, pero
se destruyeron las bases para que se les pueda devolver la autogestión
en la zona. En algunos casos, las áreas convertidas en protegidas a
nivel nacional o internacional para conservar la biodiversidad
resultaron ser un desastre. En otros casos, en los que la población
local por alguna ley sí puede participar y el presupuesto para el parque
es considerable, todo funciona. Hemos creado muchas áreas sobre el
papel, que no fueron efectivas y resultaron destructivas para esas
comunidades locales. Para administrar la propiedad común necesitas crear
límites para un área con un tamaño similar al problema con el que la
gente está tratando de lidiar. Pero no tiene por qué ser una
jurisdicción formal. A veces los funcionarios públicos ni siquiera saben
que la población local ha llegado a ciertos acuerdos. Puede que no
hayan pasado por los tribunales, o incluso que no estén escritos. Por
eso a veces las autoridades públicas destruyen lo que la población ha
estado creando durante años.
En su opinión, a nivel más global o a escala local, pero en
un nuevo mundo global civilizado ¿cuáles serían las claves para
enfrentarnos correctamente a los retos medioambientales?
Tendría que haber niveles múltiples de organizaciones que permitieran a
la gente diseñar reglas que se adaptasen a la ecología local. En España
existe esa larga tradición, parte de la cual procede del norte de
África, como resultado de la migración de ideas, que ha tenido bastante
éxito, al menos en términos de algunos sistemas de irrigación. Si
tenemos manuales en los que no se habla de la complejidad del medio que
tratamos de regular ni de la necesidad de instituciones adecuadas,
instituciones que encajen bien, entonces los dirigentes políticos
educados con estos manuales piensan que todo esto es muy sencillo y que
lo único que necesitan es dar órdenes desde arriba. Ya que muchos
procesos biológicos ocurren a distintas escalas (pequeña, mediana y
grande), las prácticas de gobierno que puedan lidiar con este nivel de
complejidad deben estar organizadas a múltiples escalas y estar
adecuadamente relacionadas.
Cualquier sistema que se diseñe para manipular y regular sistemas
biológicos complejos debe incluir tanta variedad de acciones que
realizar como las que existen en los sistemas que se quieren regular. El
problema con el cambio global es que todo el mundo quiere centrarse
sólo en el plano internacional. Afortunadamente, cada vez más personas
están reconociendo que podemos y debemos hacer mucho a nivel local y
regional. Si simplemente nos sentamos a esperar, será un desastre total.
Nosotros podemos organizarnos localmente y después ir a nuestros
vecinos y decir: «Mirad lo que estamos haciendo, vosotros podríais hacer
esto». Entonces podemos empezar a crear redes de sistemas de éxito y
aprender a ponerlos en práctica.
También creo que algunos científicos, muchos biólogos,
naturalistas, incluso ecologistas, que han tenido esta visión de
conservación de la naturaleza han entendido tradicionalmente al hombre
como su peor enemigo. Y a veces eso se manifiesta en estudios
científicos que prohíben hacer esto, tocar aquello, contradiciendo
claramente algunas conclusiones empíricas a las que las comunidades
locales han llegado a través de la experiencia de muchas generaciones.
Yo creo que ahora, al menos aquí, en España, nos encontramos con un
conflicto, al ver que las cosas no van bien si solamente aplicamos el
punto de vista científico, que, por cierto, es muy reciente. ¿Qué piensa
usted sobre esto?
Sí, yo creo que es un problema. Creo que todos tenemos que ser humildes y
también tenemos que reconocer que a veces esa especie de conocimiento
detallado que la gente tiene sobre los ecosistemas pequeños no se
traduce en las estadísticas que tenemos sobre un área más grande. Es un
problema para las zonas costeras donde la gente maneja datos y
conclusiones muy diferentes a los oficiales sobre las distintas
especies. Luego se intentan diseñar capturas para toda la costa a partir
de esos datos oficiales y la mayor parte de los programas no funciona.
Lo que uno aprende de un análisis serio de las experiencias es que los
usuarios locales son buenos administradores de sistemas en pequeña
escala para el manejo de los recursos por varias razones. Por tanto, los
usuarios locales han de ser incluidos desde el principio en el diseño
de las futuras políticas relativas a la biodiversidad, pues conocen
bien los aspectos específicos de la ecología local y pueden idear las
reglas para esas circunstancias particulares.
Pero la visión romántica de que cualquier cosa a nivel local se hace
mejor que a nivel nacional o incluso global, no resulta útil como base
para un esfuerzo a largo plazo para mantener la biodiversidad. Cualquier
grupo u organización se enfrenta con una serie de problemas si intenta
manejar o administrar sistemas complejos de recursos en los que se
incluyen muchas especies o productos, cuyo tiempo de maduración, y por
tanto de generación de beneficios, sea variable.
Usted habla de que la responsabilidad en la conservación de
la naturaleza, en su buena gestión, una gestión sostenible, tiene que
ver con que las personas se sientan responsables de las áreas en las que
viven. Creo que es claramente opuesto a lo que está pasando
actualmente con la globalización. La gente vive en ciudades, se siente
muy alejada de la naturaleza, de los problemas cotidianos del cambio
climático. ¿Podría desarrollar algo más este punto?
Sí, estoy de acuerdo con usted y me preocupa este tema. Creo que es
posible conseguir que la gente de las áreas urbanas revise mucho más sus
responsabilidades sobre las emisiones de gases causantes del efecto
invernadero que hubo en el pasado. Con eso producirían beneficios reales
para su propio vecindario y para sus propios hogares, invirtiendo en
un mejor aislamiento, utilizando menos el coche. Cuidarían más su
salud, al desplazarse andando o en bicicleta. Se pueden hacer muchas
cosas. Sobre esto hay un artículo mío en Solutions (Soluciones). Lo
escribí hace tres o cuatro meses aproximadamente.
Hay beneficios locales públicos que la gente puede recibir al mismo
tiempo que se están generando beneficios para el medio ambiente mundial.
Por supuesto, si son sólo unas pocas personas, no tendrá
consecuencias, pero si cada vez más personas sienten «Éste es el tipo
de vida que debería vivir”, esto puede ayudar sustancialmente a
resolver el problema global.
Las soluciones pasan por conseguir que la gente reconozca que puede
enfrentarse a todo eso. En Estados Unidos en algunos barrios la
población se ha puesto muy en serio a crear huertos comunitarios.
Algunos dicen: «Bah, ¿qué puede resolver eso?». Pero si se puede
conseguir que la mayor parte de la verdura para una comunidad pequeña se
produzca allí mismo, de forma local, además, con todo el mundo
arrimando el hombro, eso puede ser importante para el presupuesto de la
gente muy pobre.
¿No cree que probablemente a través del consumo, un consumo
responsable, sobre todo de artículos de primera necesidad, como comida y
cosas por el estilo, se puede conseguir que la gente se involucre en
los cambios, en la democracia, causando un cambio a través de las
opciones diarias que se hacen en el consumo?
Sí, y en la producción, en la producción comunitaria.
Entonces, ¿cree usted que incluso las comunidades urbanas
pueden involucrarse en la producción a pesar de las limitaciones del
entorno?
Pero hay muchos locales libres, mucho espacio disponible. Así que, hay
comunidades en ciudades; y hay ciudades que tienen en cuenta estos
temas. Si tienes una organización, puedes aspirar a utilizar algún local
libre dependiente de las autoridades locales.
Usted hace especial hincapié en la comunicación. Se supone
que ahora estamos más interconectados y comunicados que nunca, pero, sin
embargo, tenemos los problemas que tenemos. ¿Qué piensa usted sobre
la comunicación?
Bueno, creo que ahora gracias a la interconexión tenemos la oportunidad
de conseguir mayores objetivos. Y tenemos que reconocer que, en una
serie de casos, sin esta comunicación la autoorganización no se podría
llevar a cabo. Hay ejemplos de gente que usa sus teléfonos móviles para
llevar a cabo acciones colectivas. Tenemos que mejorar nuestra forma de
trabajar en red a nivel de vecindario, de ciudad, de estado, a nivel
de país más que a nivel mundial. Y para seguir enseñando de alguna
manera la “tragedia de los comunes”* necesitamos enseñar a la gente la
gran variedad de medios que han utilizado quienes han superado esa
“tragedia de los comunes” a múltiples niveles.
Lo que hemos descubierto es que los individuos, a través de la
comunicación, a través de la posibilidad de llegar a un acuerdo sobre lo
que van a hacer conjuntamente, construyen un nosotros bien definido
que les permite seguir normas, cooperar y, en ocasiones, sancionarse
unos a otros y ayudar a que todo esto se mantenga.
Si estás en una pesquería o tienes un pastizal y sabes que el beneficio a
largo plazo de tu familia es que no lo destruyas, y si puedes hablar
con las otras personas que utilizan ese recurso, entonces también puedes
crear reglas que encajen en el escenario local y organizar a la gente
para hacerlas cumplir. Pero si la comunidad no tiene una buena forma de
comunicarse entre sí o los costos de la autoorganización son demasiado
altos, entonces no se organizará, y habrá fracasos.
*(La tragedia de los comunes es un famoso ensayo de Garrett
Hardin, en el que dice que la comunidad como tal es incapaz de lograr
acuerdos racionales sobre el uso de recursos comunes y que, aún en el
caso de lograrlo, es incapaz de reforzarlos. Si, por ejemplo, hay un
pastizal al queel pueblo tiene acceso, entonces cada persona pondrá
tantas vacas en esa tierra como le sea posible para maximizar su propio
beneficio, y muy pronto ese terreno sufrirá de sobrepastoreo y perderá
todo su valor)
Parece que en muchos aspectos usted ve en las comunidades
tradicionales un ejemplo a seguir, a diferencia de la visión (también
muy tradicional) que a menudo las considera menos desarrolladas.
Además, usted cree que hay mucha inteligencia en su manera de
organizarse.
Correcto. Pero hay que tener cuidado, no hay que pensar que estamos
idealizando las comunidades tradicionales, no proclamamos ni que todo
sea malo, ni tampoco que todo sea bueno, pero tienen mucho que ofrecer
de cara al futuro.
Mientras que los románticos locales suponen que los pueblos indígenas
son conservacionistas por naturaleza, los idealistas internacionales
asumen que los acuerdos internacionales se aplican de manera casi
automática y tienden a funcionar bien. Poner toda la fe en las
organizaciones de mayor tamaño no protege a las generaciones futuras de
los errores de las mismas en la búsqueda de patrones de uso sostenible.
Y, si las unidades de gran escala destruyen la viabilidad de las de
menor escala, entonces los fallos de las organizaciones internacionales
tendrán consecuencias mucho mayores que los fallos de las
organizaciones locales.
Y ¿ha podido encontrar en su investigación algunos rasgos
característicos que distingan aquellas comunidades que pueden aportar
mucho de cara al futuro de las comunidades que no han obtenido éxito?
¿Podría enumerar las características que normalmente tienen las
comunidades que logran autogobernarse?
Si el grupo tiene una visión común del futuro, puede ver lo que puede
hacer. A veces la gente quiere colaborar, pero no tiene ni idea de lo
que puede hacer; pero si de verdad llegan a entender algunas de sus
acciones, hay líderes locales, líderes de escala más grande, que asumen
algunas responsabilidades de comunicar y unir a la gente sin apropiarse
de todos los beneficios. Y esos grupos poseen una historia de las
acciones internas, de confianza a nivel local. Al principio se requiere
mucho esfuerzo para construirla, pero si se llega a construir, la gente
puede alcanzar muchos objetivos.
Usted dice también que la participación es clave. ¿En qué sentido?
Es clave para conseguir beneficios en común. A veces los beneficios en
común son los obtenidos por cosas como la mafia [risas] y en este caso
los beneficios en común no son buenos para el resto de nosotros. De modo
que, no cualquier organización es buena, pero es posible organizarse y
obtener beneficios en el nivel local, regional, nacional o
internacional sin tener un gobernante único.
Entrevista de Odile Rodríguez de la Fuente para el número 21 de la revista Agenda Viva
Entrevista a Elinor Ostrom. Premio Nobel de economía 2009
Elinor Ostrom, es la primera mujer en recibir el Nóbel de economía;
catedrática de Ciencias Políticas en la Universidad de Indiana es una
científica formada en la interdisciplinariedad y una mujer apasionada
por la investigación. Cuarenta años de estudio en la gestión de los
bienes comunes y en la evolución de las instituciones le han permitido
concluir, desafiando la creencia convencional, que, a través de la
cooperación y de la autorregulación, una sociedad puede hacer crecer su
patrimonio común con mejores resultados que por la vía de la
privatización o de una creciente intervención estatal. En estos momentos
de crisis global, el “Premio Nóbel a la ciencia de la cooperación”
podría convertirse en un revulsivo para el viejo, dominante y decadente
paradigma económico actual, basado en la competencia feroz, que no ha
sabido tratar los recursos del planeta Tierra que nos sustenta, como lo
que realmente son: los bienes comunales de una humanidad presente y de
una humanidad futura que siempre se olvida en su cuenta de resultados.
Usted es la primera mujer que recibe el Premio Nóbel de
Economía. Tradicionalmente esta ciencia se ha centrado en la
competencia. ¿Es una coincidencia que, siendo mujer, haya centrado usted
su teoría en la cooperación más que en la competencia dentro de un
campo que ha estado dominado por los hombres?
No creo que sea cuestión de género, no creo que tenga importancia.
Hay estudiosos que trabajan sobre este mismo tema y son hombres. Hay
investigadores de relieve en Suiza, podría citar también a Sam Bowles de
Santa Fe Institute. De mi propia cátedra puedo nombrar a Jimmy Walker y
Roy Gardner. Todos estos hombres también han estado intentando
comprender cuándo la gente trabaja para cooperar y cómo se configura el
marco de los límites donde los incentivos invitan a no cooperar, lo que
constituye una cuestión teórica muy importante.
Es posible que, como mujer, haya sido más consciente para ver las
distintas formas de cooperación en el campo de trabajo, pero considero
que el tema no es exclusivo del sexo femenino.
Otra cuestión también relacionada con su visión, con su
forma de trabajar: su carácter interdisciplinario. ¿Cree que esto es
importante? ¿Por qué la ciencia económica no se abre a este nuevo
paradigma?
La mayoría de las disciplinas dentro de las ciencias sociales están muy
relacionadas entre sí. Y esto no sólo ocurre con las ciencias
económicas. Sucede lo mismo con las ciencias políticas, que están muy
centradas en cuestiones internas.
Yo tuve la ocasión de recibir una formación interdisciplinaria muy
amplia cuando cursaba mis estudios universitarios. Mi marido y yo
creamos un centro de investigación en los setenta —Taller de Teoría
Política y Análisis de Políticas en la Universidad de Indiana— con un
enfoque interdisciplinario muy fuerte en economía, ciencias políticas,
antropología, derecho, sociología y otros campos. Creo que todos tenemos
que abrirnos a un enfoque más amplio, interdisciplinario, de los
problemas sociales.
Para la gente es muy complicado entender la teoría económica,
especialmente, la macroeconomía, que parece estar muy alejada de sus
preocupaciones diarias. ¿Cómo explicaría usted a esa gente de qué trata
su teoría de los bienes comunes?
Mi teoría trata sobre cómo la gente que se encuentra con un problema
común trata de resolverlo con éxito y algunas veces consigue
autoorganizarse lo bastante como para mantener un sistema hídrico, un
bosque, un barrio, un sistema de sanidad, etc. Le pondré un ejemplo, El
Tribunal de las Aguas, una institución creada en la Edad Media por una
comunidad de regantes en el Levante español y que sigue manteniendo hoy
su arbitraje en los conflictos por el uso del agua, ha demostrado ser
eficaz y robusta, mientras que instituciones para el riego creadas por
los gobiernos generan muchos conflictos y en ocasiones no funcionan en
absoluto.
Hemos estudiado varios cientos de sistemas de irrigación en el Nepal. Y
sabemos que los sistemas de irrigación gestionados por los campesinos
son más eficaces en cuanto al aprovisionamiento de agua a todos los
rincones y presentan una mayor productividad y unos costes menores que
los fabulosos sistemas de irrigación construidos con la ayuda del Banco
Asiático para el Desarrollo, del Banco Mundial, de la Agencia
Norteamericana para la Ayuda al Desarrollo, etc. Así, sabemos que muchos
grupos locales son muy eficaces. Pero esto no es universal, de modo
que no podemos ser tan ingenuos como para pensar: «Oh, fíjate,
limitémonos a entregar las cosas a la gente, que ellos ya se
organizarán». Existen muchos escenarios que desestimulan la
autoorganización.
Entonces, parece que, desde su punto de vista, en este tipo
de gestiones obtienen éxito las asociaciones con organización
horizontal. Normalmente lo que vemos en empresas, en la política, en
todo tipo de ámbitos de nuestro mundo actual es que la organización es
mucho más vertical. ¿Sugiere usted que la organización horizontal es la
clave para organizar los bienes comunes?
Desde una perspectiva policéntrica, en cada escala la estructura tiene
que ser horizontal, pero luego es posible que se requiera una anidación
en más unidades y en unidades más grandes. De esta manera, las unidades
que posiblemente resulten exitosas son complejas y multiescalonadas.
Probablemente en países menos desarrollados en los que los gobiernos y
la propiedad privada no son tan fuertes la gestión de los bienes
comunes es más fácil. Sin embargo, en países como los nuestros, donde la
política y el marketing lo controlan todo, resulta imposible encontrar
las condiciones particulares que permitan que la gente se gobierne a
sí misma. ¿Qué se puede hacer?
Bueno, en Estados Unidos hay unas dos mil comunidades intencionales*
esparcidas por todo el país que se auto-organizan, que muestran una
diversidad de formas organizativas. Hemos estado estudiando grupos por
ejemplo en Estados Unidos que se han formado alrededor de un bosque,
porque viven en los alrededores de un bosque. Y si usted va a Wisconsin
ahí encontrará un gran número de asociaciones de lagos. Si usted mira
lo que pasó en Nueva Orleáns después del Katrina, también encontrará
organizaciones de vecinos e iglesias locales que fueron capaces de
conseguir que la gente volviera de nuevo a la zona, organizándolos a
todos, consiguiendo que aquello volviera a tomar forma, que empezaran a
recuperarse. Los recursos manejados por los sistemas que hemos
estudiado son muy diversos, pues van desde sistemas de irrigación hasta
pesquerías de aguas interiores, o hasta tierras de pastoreo en montañas
y bosques.
*(Conjunto de personas que, a partir de una cierta afinidad en sus objetivos, se asocian para el apoyo mutuo.)
Pero si organizaciones de este tipo entran en conflicto con
las reglas impuestas por el gobierno, ¿qué sucederá? ¿Cómo se pueden
resolver estos conflictos?
Obviamente, depende del tipo del conflicto. El gobierno de la nación a
menudo tiene la capacidad de invadir las competencias que se tienen a
escala local o regional, pero es necesario entender la importancia de
las organizaciones a escala de un bosque. Es especialmente importante
para el mantenimiento del sistema democrático, porque si todo lo que
tenemos en nuestro sistema democrático es votar a nuestros dirigentes
nacionales, estamos perdiendo unos aspectos muy importantes de nuestra
democracia.
Permítame que le ponga un ejemplo de aquí. En España existen
zonas que han sido gestionadas de forma tradicional durante siglos y
siempre fueron ricas en biodiversidad. Las comunidades las utilizaban
para cazar, como campos de cultivo, pastos e, incluso, quedaba espacio
para los depredadores. A pesar de todo, hace 150 años estas áreas tenían
mucha riqueza en términos de biodiversidad. Actualmente estos
territorios están protegidos como parques nacionales en los que todas
las actividades están estrictamente reguladas. Las comunidades rurales
están a punto de destruirse, ya que la gente se va a vivir a las
ciudades. Se podría pensar que estos ecosistemas protegidos y liberados
de la presión prosperarían, pero claramente la biodiversidad está
sufriendo. ¿Qué estamos haciendo mal?
No estoy interesada en el tratamiento de unidades de una escala muy grande sin gente local.
Perdone que insista, en estos territorios es muy difícil que
los usos tradicionales prosperen a causa de su estricta reglamentación.
¿Usted propone que quizá los gobiernos se tengan que abrir más y tratar
de ver estos casos particulares en cada una de las diferentes áreas?
Sí. El problema aquí está en que cuando se destruye lo local, es muy
difícil reconstruirlo. A la gente le costó mucho tiempo llegar a
entender la confianza, la reciprocidad, etc. Llegamos, lo destruimos y
luego diez, quince o veinte años más tarde intentamos devolvérselo, pero
se destruyeron las bases para que se les pueda devolver la autogestión
en la zona. En algunos casos, las áreas convertidas en protegidas a
nivel nacional o internacional para conservar la biodiversidad
resultaron ser un desastre. En otros casos, en los que la población
local por alguna ley sí puede participar y el presupuesto para el parque
es considerable, todo funciona. Hemos creado muchas áreas sobre el
papel, que no fueron efectivas y resultaron destructivas para esas
comunidades locales. Para administrar la propiedad común necesitas crear
límites para un área con un tamaño similar al problema con el que la
gente está tratando de lidiar. Pero no tiene por qué ser una
jurisdicción formal. A veces los funcionarios públicos ni siquiera saben
que la población local ha llegado a ciertos acuerdos. Puede que no
hayan pasado por los tribunales, o incluso que no estén escritos. Por
eso a veces las autoridades públicas destruyen lo que la población ha
estado creando durante años.
En su opinión, a nivel más global o a escala local, pero en
un nuevo mundo global civilizado ¿cuáles serían las claves para
enfrentarnos correctamente a los retos medioambientales?
Tendría que haber niveles múltiples de organizaciones que permitieran a
la gente diseñar reglas que se adaptasen a la ecología local. En España
existe esa larga tradición, parte de la cual procede del norte de
África, como resultado de la migración de ideas, que ha tenido bastante
éxito, al menos en términos de algunos sistemas de irrigación. Si
tenemos manuales en los que no se habla de la complejidad del medio que
tratamos de regular ni de la necesidad de instituciones adecuadas,
instituciones que encajen bien, entonces los dirigentes políticos
educados con estos manuales piensan que todo esto es muy sencillo y que
lo único que necesitan es dar órdenes desde arriba. Ya que muchos
procesos biológicos ocurren a distintas escalas (pequeña, mediana y
grande), las prácticas de gobierno que puedan lidiar con este nivel de
complejidad deben estar organizadas a múltiples escalas y estar
adecuadamente relacionadas.
Cualquier sistema que se diseñe para manipular y regular sistemas
biológicos complejos debe incluir tanta variedad de acciones que
realizar como las que existen en los sistemas que se quieren regular. El
problema con el cambio global es que todo el mundo quiere centrarse
sólo en el plano internacional. Afortunadamente, cada vez más personas
están reconociendo que podemos y debemos hacer mucho a nivel local y
regional. Si simplemente nos sentamos a esperar, será un desastre total.
Nosotros podemos organizarnos localmente y después ir a nuestros
vecinos y decir: «Mirad lo que estamos haciendo, vosotros podríais hacer
esto». Entonces podemos empezar a crear redes de sistemas de éxito y
aprender a ponerlos en práctica.
También creo que algunos científicos, muchos biólogos,
naturalistas, incluso ecologistas, que han tenido esta visión de
conservación de la naturaleza han entendido tradicionalmente al hombre
como su peor enemigo. Y a veces eso se manifiesta en estudios
científicos que prohíben hacer esto, tocar aquello, contradiciendo
claramente algunas conclusiones empíricas a las que las comunidades
locales han llegado a través de la experiencia de muchas generaciones.
Yo creo que ahora, al menos aquí, en España, nos encontramos con un
conflicto, al ver que las cosas no van bien si solamente aplicamos el
punto de vista científico, que, por cierto, es muy reciente. ¿Qué piensa
usted sobre esto?
Sí, yo creo que es un problema. Creo que todos tenemos que ser humildes y
también tenemos que reconocer que a veces esa especie de conocimiento
detallado que la gente tiene sobre los ecosistemas pequeños no se
traduce en las estadísticas que tenemos sobre un área más grande. Es un
problema para las zonas costeras donde la gente maneja datos y
conclusiones muy diferentes a los oficiales sobre las distintas
especies. Luego se intentan diseñar capturas para toda la costa a partir
de esos datos oficiales y la mayor parte de los programas no funciona.
Lo que uno aprende de un análisis serio de las experiencias es que los
usuarios locales son buenos administradores de sistemas en pequeña
escala para el manejo de los recursos por varias razones. Por tanto, los
usuarios locales han de ser incluidos desde el principio en el diseño
de las futuras políticas relativas a la biodiversidad, pues conocen
bien los aspectos específicos de la ecología local y pueden idear las
reglas para esas circunstancias particulares.
Pero la visión romántica de que cualquier cosa a nivel local se hace
mejor que a nivel nacional o incluso global, no resulta útil como base
para un esfuerzo a largo plazo para mantener la biodiversidad. Cualquier
grupo u organización se enfrenta con una serie de problemas si intenta
manejar o administrar sistemas complejos de recursos en los que se
incluyen muchas especies o productos, cuyo tiempo de maduración, y por
tanto de generación de beneficios, sea variable.
Usted habla de que la responsabilidad en la conservación de
la naturaleza, en su buena gestión, una gestión sostenible, tiene que
ver con que las personas se sientan responsables de las áreas en las que
viven. Creo que es claramente opuesto a lo que está pasando
actualmente con la globalización. La gente vive en ciudades, se siente
muy alejada de la naturaleza, de los problemas cotidianos del cambio
climático. ¿Podría desarrollar algo más este punto?
Sí, estoy de acuerdo con usted y me preocupa este tema. Creo que es
posible conseguir que la gente de las áreas urbanas revise mucho más sus
responsabilidades sobre las emisiones de gases causantes del efecto
invernadero que hubo en el pasado. Con eso producirían beneficios reales
para su propio vecindario y para sus propios hogares, invirtiendo en
un mejor aislamiento, utilizando menos el coche. Cuidarían más su
salud, al desplazarse andando o en bicicleta. Se pueden hacer muchas
cosas. Sobre esto hay un artículo mío en Solutions (Soluciones). Lo
escribí hace tres o cuatro meses aproximadamente.
Hay beneficios locales públicos que la gente puede recibir al mismo
tiempo que se están generando beneficios para el medio ambiente mundial.
Por supuesto, si son sólo unas pocas personas, no tendrá
consecuencias, pero si cada vez más personas sienten «Éste es el tipo
de vida que debería vivir”, esto puede ayudar sustancialmente a
resolver el problema global.
Las soluciones pasan por conseguir que la gente reconozca que puede
enfrentarse a todo eso. En Estados Unidos en algunos barrios la
población se ha puesto muy en serio a crear huertos comunitarios.
Algunos dicen: «Bah, ¿qué puede resolver eso?». Pero si se puede
conseguir que la mayor parte de la verdura para una comunidad pequeña se
produzca allí mismo, de forma local, además, con todo el mundo
arrimando el hombro, eso puede ser importante para el presupuesto de la
gente muy pobre.
¿No cree que probablemente a través del consumo, un consumo
responsable, sobre todo de artículos de primera necesidad, como comida y
cosas por el estilo, se puede conseguir que la gente se involucre en
los cambios, en la democracia, causando un cambio a través de las
opciones diarias que se hacen en el consumo?
Sí, y en la producción, en la producción comunitaria.
Entonces, ¿cree usted que incluso las comunidades urbanas
pueden involucrarse en la producción a pesar de las limitaciones del
entorno?
Pero hay muchos locales libres, mucho espacio disponible. Así que, hay
comunidades en ciudades; y hay ciudades que tienen en cuenta estos
temas. Si tienes una organización, puedes aspirar a utilizar algún local
libre dependiente de las autoridades locales.
Usted hace especial hincapié en la comunicación. Se supone
que ahora estamos más interconectados y comunicados que nunca, pero, sin
embargo, tenemos los problemas que tenemos. ¿Qué piensa usted sobre
la comunicación?
Bueno, creo que ahora gracias a la interconexión tenemos la oportunidad
de conseguir mayores objetivos. Y tenemos que reconocer que, en una
serie de casos, sin esta comunicación la autoorganización no se podría
llevar a cabo. Hay ejemplos de gente que usa sus teléfonos móviles para
llevar a cabo acciones colectivas. Tenemos que mejorar nuestra forma de
trabajar en red a nivel de vecindario, de ciudad, de estado, a nivel
de país más que a nivel mundial. Y para seguir enseñando de alguna
manera la “tragedia de los comunes”* necesitamos enseñar a la gente la
gran variedad de medios que han utilizado quienes han superado esa
“tragedia de los comunes” a múltiples niveles.
Lo que hemos descubierto es que los individuos, a través de la
comunicación, a través de la posibilidad de llegar a un acuerdo sobre lo
que van a hacer conjuntamente, construyen un nosotros bien definido
que les permite seguir normas, cooperar y, en ocasiones, sancionarse
unos a otros y ayudar a que todo esto se mantenga.
Si estás en una pesquería o tienes un pastizal y sabes que el beneficio a
largo plazo de tu familia es que no lo destruyas, y si puedes hablar
con las otras personas que utilizan ese recurso, entonces también puedes
crear reglas que encajen en el escenario local y organizar a la gente
para hacerlas cumplir. Pero si la comunidad no tiene una buena forma de
comunicarse entre sí o los costos de la autoorganización son demasiado
altos, entonces no se organizará, y habrá fracasos.
*(La tragedia de los comunes es un famoso ensayo de Garrett
Hardin, en el que dice que la comunidad como tal es incapaz de lograr
acuerdos racionales sobre el uso de recursos comunes y que, aún en el
caso de lograrlo, es incapaz de reforzarlos. Si, por ejemplo, hay un
pastizal al queel pueblo tiene acceso, entonces cada persona pondrá
tantas vacas en esa tierra como le sea posible para maximizar su propio
beneficio, y muy pronto ese terreno sufrirá de sobrepastoreo y perderá
todo su valor)
Parece que en muchos aspectos usted ve en las comunidades
tradicionales un ejemplo a seguir, a diferencia de la visión (también
muy tradicional) que a menudo las considera menos desarrolladas.
Además, usted cree que hay mucha inteligencia en su manera de
organizarse.
Correcto. Pero hay que tener cuidado, no hay que pensar que estamos
idealizando las comunidades tradicionales, no proclamamos ni que todo
sea malo, ni tampoco que todo sea bueno, pero tienen mucho que ofrecer
de cara al futuro.
Mientras que los románticos locales suponen que los pueblos indígenas
son conservacionistas por naturaleza, los idealistas internacionales
asumen que los acuerdos internacionales se aplican de manera casi
automática y tienden a funcionar bien. Poner toda la fe en las
organizaciones de mayor tamaño no protege a las generaciones futuras de
los errores de las mismas en la búsqueda de patrones de uso sostenible.
Y, si las unidades de gran escala destruyen la viabilidad de las de
menor escala, entonces los fallos de las organizaciones internacionales
tendrán consecuencias mucho mayores que los fallos de las
organizaciones locales.
Y ¿ha podido encontrar en su investigación algunos rasgos
característicos que distingan aquellas comunidades que pueden aportar
mucho de cara al futuro de las comunidades que no han obtenido éxito?
¿Podría enumerar las características que normalmente tienen las
comunidades que logran autogobernarse?
Si el grupo tiene una visión común del futuro, puede ver lo que puede
hacer. A veces la gente quiere colaborar, pero no tiene ni idea de lo
que puede hacer; pero si de verdad llegan a entender algunas de sus
acciones, hay líderes locales, líderes de escala más grande, que asumen
algunas responsabilidades de comunicar y unir a la gente sin apropiarse
de todos los beneficios. Y esos grupos poseen una historia de las
acciones internas, de confianza a nivel local. Al principio se requiere
mucho esfuerzo para construirla, pero si se llega a construir, la gente
puede alcanzar muchos objetivos.
Usted dice también que la participación es clave. ¿En qué sentido?
Es clave para conseguir beneficios en común. A veces los beneficios en
común son los obtenidos por cosas como la mafia [risas] y en este caso
los beneficios en común no son buenos para el resto de nosotros. De modo
que, no cualquier organización es buena, pero es posible organizarse y
obtener beneficios en el nivel local, regional, nacional o
internacional sin tener un gobernante único.
Entrevista de Odile Rodríguez de la Fuente para el número 21 de la revista Agenda Viva
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